sábado, 18 de febrero de 2012

El Carruchu de nuestros padres

Cuando nuestros padres eran niños de 8/14 años apenas contaban con juguetes para divertirse. Es verdad que escribían cartas a los Reyes Magos pidiendo camiones, helicópteros, pistolas, un disfraz de indio, un balón para jugar fútbol, etc., pero los caballos pasaban de largo y casi nunca llegaban los juguetes deseados a Criales. El disgusto era tremendo, porque el niño veía como año tras año los Reyes se habían olvidado de él. Pero había que sobreponerse y esto los niños lo hacen con mucha facilidad. Eran conscientes de que el dinero no abundaba, más bien escaseaba, y esto también los niños lo perciben. Había que imaginar, y pensar en divertirse con algo que no costase dinero. Un buen día a alguien se le ocurrió la genial idea de hacer un juguete con ruedas de madera, asiento de madera, ejes de madera, manillar de madera (similar al que aparece en la fotografía).






Todo madera. Roble, pino, haya, boj abundaban en todas las casas. Ya se encargaban de ello los abuelos, que con sus tronzadores manuales y con muchísimo esfuerzo hacían acopio de leña para soportar el frío invierno. Éstos ayudaban a sus nietos a la preparación del juguete, bautizado con el nombre de CARRUCHU. El tiempo que se dedicaba a la construcción de este genial artilugio no era importante; el invierno era muy largo y para la primavera ya estaba a disposición de los niños, que se lanzaban por las cuestas abajo una y otra vez y subían otras tantas veces las cuestas arriba con el carruchu al hombro; sin descanso. Las horas pasaban a gran velocidad. La diversión era total.

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